Del recuerdo, de la sensación, de la experiencia, de la
esperanza, de la ilusión, del dolor, del sufrimiento, del anhelo, del futuro,
del pasado, desde el sentimiento más honesto, desde el rincón más oscuro del
corazón, desde el milisegundo en que apareces en mi mente, del momento que
sales desde mis labios, del recuerdo más recóndito, del sueño más oscuro, desde
el alma más destrozada tu amor ya no me toca y el mío se desvanece como un
iceberg en el desierto mas inclemente. Tu voz se confunde con el silencio más
ensordecedor, tus ojos se disipan en el horizonte más nublado y tu recuerdo
flota como cenizas desde una colina. El camino hacía el dolor es largo y
tortuoso, el recuerdo del amor una cadena que pesa y tira al orgullo al suelo, haciéndolo
lamer sus propias heridas. Las palabras se diluyen entre las lágrimas, que a su
vez terminan secándose en su camino, dejando huellas en un rostro moribundo. Pulmones
que no necesitan el aire y que se secan de manera lenta; un alma que como una
vela, lentamente consume esa mecha llamada amor. Quemando sus recuerdos, sus
palabras, sus gestos, sus miradas, todo lo que era de ella y que hoy ya no
está. ¿Cuándo estuvo realmente?, ¿alguna vez estuvo?, ¿deje de amar su idea?, ¿alguna
vez me amó?.
El tiempo todo lo cura, pero la memoria juega con el dolor;
deja que llore, deja que me duela pues nunca más volverá a doler así. Tu miedo
fue el que mató a mi corazón, no tu corazón. Luché contra todos los obstáculos
que pasaron por este camino, pues no pude contra tu temor. Miro mis manos y mi
rostro entristecido, y me doy cuenta que aún te amo, guardo el dolor y el amor
en el olvido, mas no la pasión deja espacio para ilusión.
Años de mi vida entregados a una causa perdida, pues de estas
causas vive mi amor; un amor que se consume solo como una llama en el extremo
sur, con el frío y la humedad como testigos, el corazón abandona al alma, y
ésta se queda inmóvil esperando su final.
Te dejo atrás en el camino, no volviendo a mirar por dolor,
un dolor que no tiene fin, salvo cuando escuche el trisar de mí corazón y mis pasos
serán lentos y pesados, cargando el amor no correspondido de quien nunca tuvo fe.
Mi pecho no sentirá orgullo, y mi pecho hundido se volverá, para no dar espacio
a un corazón marchito que cada vez se seca más. El alma no tiene remedio pues
el invierno está aquí para dar un último aliento un hombre que solo quiso amar a la mujer más
maravillosa que pudo conocer en un mundo hostil, que no da espacio a la palabra,
pero ella prefirió mirar por una ventana, a través de un vidrio empañado al
errante que se acercó con un paño y un corazón solitario, solo para vivir de
una buena vez la felicidad que la ha sido esquiva durante tantos años; la
lluvia empañó esos vidrios, impidiendo ver con claridad la honestidad en esos
ojos triste y que ella no quiso ver. Adiós amor de vida, adiós ángel, nos separamos
aquí en la hora mas oscura, en el momento exacto que mi alma se extingue para
ti.
No quiero creer en esperanzas, ni ilusiones, ni palabras de
buena crianza, la belleza del dolor es incompatible con la dulzura de la
felicidad, pierdo la mitad mas preciada de lo que me mantenía con vida, no me
arrepiento de haber abierto mi alma y mi corazón a alguien como tu, difícilmente
vuelva a repetir algo así, habrá miedo por delante, desconfianza por doquier,
mas no habrá paz en el errante en su melancólico camino hacia la
inconmensurable soledad que nunca debió abandonar en pos de una ilusión que
nació muerta, pero que la tozudez se encargó de alimentar.
Adiós mujer del sur, que enseñaste tanto a este corazón, te
dejo de recuerdo esta frase que sé te hará recordar, no a mi y mi amor, pues
solo te recordará el miedo tan profundo
que le tuviste a amar. “tu no me quiere, pero yo te adoro y el que tu no me
ames, es tu problema, no mío.”