lunes, enero 30, 2006

CAPACIDAD DE ASOMBRO

Uno de los puntos más importantes que destaca la filosofía es la “capacidad de asombro”; según ésta, si el se humano la pierde, su capacidad de sorprenderse con los hechos que la vida depara desaparece y la vida cae en una monotonía donde, sea lo que pase no va a sorprender en lo más mínimo, ni siquiera a conmover. Lamentable, pero en estos días que corren, cada vez más me doy cuenta que la mayoría de las personas que conozco y las que no, la han perdido y no es su culpa. Lamentablemente es problema del mundo en qué vivimos, y en eso hay una responsabilidad muy grande de todos, que a la vez nos hace victimas. Cómo es posible lo anterior? Simplemente es algo que es un misterio para mí, pero no para un filósofo, que de verdad sabe del tema, pero yo hablo por lo que me toca.
En el fondo yo he perdido la capacidad de asombro (como todos), pero el darse cuenta de que uno ha perdido la capacidad de asombro puede significar que uno estaba consciente de que la poseía y a la vez no. En qué momento uno se da cuenta de que ha perdido la capacidad de asombro? No lo sé, depende de cada uno y sinceramente muchos no se dan cuenta de que la poseen e incluso de que la han perdido y es más lamentable porque significa que sus vidas no han gozado de un significado espiritual, lo cual hace que esas vidas se desvanezcan sin mayor sentido. Triste.
Si bien la capacidad de asombro denota tener cierta “inocencia” frente a la vida, pasa a pérdida porque por naturaleza el ser humano o el “hombre” tiende a caer hacia el mal, entonces se pasa de la “inocencia” a la “ingenuidad” que lo hace ser “presa” fácil de los inescrupulosos que abundan por montones en el mundo y eso, a su vez hace que la gente deje de ser ilusa o ingenua para pasar a desconfiar de todo y todos y de ésta manera no creer en nada ni nadie. Una paranoia constante es en la que se convierte vivir e interactuar con el resto y, es ahí donde muere la capacidad de asombro sin mayor reparo.

Las historias sobre tragedias en las micros con documentos en mano, es un ejemplo clásico de cómo engañar a la gente, pero eso a la vez ha creado una sospecha que anula al “asombro” al escuchar semejante tragedia y la hace no creíble por una cosa de no “caer” en el engaño. El asombro queda para tragedias de las que somos testigos visuales de que “realmente” pasan.
Pasamos de ser personas que dejan de creer en la palabra para creer en lo que se ve; si vemos un aluvión que bota cientos de casas, podemos decir que el aluvión es “real” y que la gente “de verdad” sufre y debido a eso condicionamos nuestro asombro para “asombrarnos” con tal tragedia. Necesitamos ver para creer y no hay nada malo en ello, pero sin duda que eso nos ha costado una parte muy bella (una de las pocas que tiene el ser humano, por no decir la única) y que a su vez, ha abierto lo peor de nosotros mismos.
Pero debido a lo anterior, no es contraproducente creer que somos gente que podemos “confiar” en alguien? Cómo es posible que condicionados que estamos podamos abrirnos a extraños?
Si bien el asombro es algo casi fundamental en el ser humano, cómo definimos lo que es real y lo que no lo es? Cómo podemos diferenciar lo que nos asombra de lo que no creemos? Es posible seguir creyendo en el viejito pascuero?, ¿cómo incluso podemos diferenciar la realidad de la misma realidad?
Se dice que la magia está en creer, pero el hombre no cree y eso es un hecho; pero como distinguimos lo inocente de lo ingenuo? Podemos ser personas escépticas durante toda nuestra vida? Podremos alguna vez balancear nuestras “idealizaciones” de la vida con la cruda realidad?
¿Hay cabida para personas soñadoras en un mundo frío?

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