jueves, diciembre 01, 2005

DESGRACIA AJENA

Desde que uno es chico le enseñan a no reírse de la desgracia ajena, ejemplos hay muchos y sin embargo, uno siempre se ríe; desde el divertido caminar de los minusválidos con las patas chuecas, los tipos con muletas, los guatones mórbidos, la gente sin brazos (por no saber cómo hacer parar la micro), los con cara de mongo (así uuhh mongo, mongo), los con síndrome de down, los silverhawk (parte real, parte metal) de la Teletón y un innumerable etc. Pero siempre que uno de estos seres aparece por la calle, las risas y las consiguientes bromas no se hacen esperar y, pese a que sabemos que está mal hacerlo, lo hacemos igual y después condenamos al tipo que también se ríe y lo vemos reírse, simplemente porque es un “desconsiderado”. Pero acaso no todos hacemos lo mismo? Por qué no nos gusta reconocerlo? Porque es socialmente inacatable que alguien reconozca “Sí, yo me río de los mutantes y qué”.
Yo siempre me he reído de los mutantes y tengo claro que está mal, pero acaso los minusválidos lo único que quieren es un trato igual a de cualquier persona? Entonces tratémoslos como a cualquiera riámonos de y con ellos para no discriminarlos. Punto aparte merece que yo, por ser demasiado desgraciado con los mutantes, tengo claro que las tengo que pagar todas y bien caras…(ejemplo: “¿qué onda pericles?”) les cuento el ejemplo:
Hace mucho tiempo atrás, caminaba por Alameda pasado Estado junto a un amigo y en dirección opuesta venía una chica agraciada con el que parecía ser su hermano, un pendejo de cómo 13 años, quien vestía ropas negras y pelo corto y se parecía demasiado a Pericles de los Locos Adams; el detalle es que el cabro padecía de algún problema de motricidad y tenía, digámoslo con sus palabras, “cara de enfermo”, (no mongo) y el comentario me salió sin esfuerzo “bah?, qué onda Pericles?” le dije a mi amigo y éste echó a reír y pasamos junto a Pericles. A los 20 pasos más allá cachamos que el loco tenía un problema, pero el chiste ya había salido. Pff eso.
Lo anterior, por muy fome que sea, es un ejemplo de lo que a diario vemos y hacemos, pero nadie reconoce y no los culpo; como dijo alguien que al parecer fue famoso “no saben lo que hacen”.
Pero también hay un momento en la vida en que reírse de la desgracia ajena es bueno y no es reírse necesariamente de gente mutante; en éste caso uno se ríe del no-mutante.
La situación es la siguiente: uno viene del trabajo, estudio, arriba de la micro, en un taco, apretado como sardina y lo único que desea es poder tener un auto y llegar pronto a casa, pero de pronto mirando hacia fuera, uno se percata que la cola de autos esperando avanzar a la vuelta de la rueda es interminable y nota en los rostros de los conductores que, no van tan felices de poder ir sentados y cómodos en sus autos, y uno piensa: acaso la felicidad de las personas al momento de comprar el vehículo les nubló la visión de un futuro “atochado” en una calle?, se suponía que ése auto traería felicidad, pero la cara de quien está sentado en su “felicidad” dista mucho de esa palabra y cuando los garabatos comienzan a aflorar, repentinamente miran hacia la micro en que va uno, la cual avanza más y más rápido que su auto y ellos quedan atrás perdiéndose en el mar de autos de un solo conductor y para amargarles más el retorno, los ciclistas que a pura energía de sus piernas avanzaban antes de las ciclovias, entre ellos; ahora por sus vías especiales lo hacen más seguros y más rápido, mientras que al mismo tiempo ejercitan el cuerpo y se ahorran las lucas que el automovilista no puede porque cada semana la bencina sube y sube y lo que antes era el sueño de la vida (después de la casa propia) se convierte en una pesadilla diaria, 2 veces al día. Sin duda que dan ganas de reírse en sus caras ya apestadas de rabia. ¿de quien más uno se puede reír sin culpas? De todos!!! Si el problema no está en reírse ni sobre quien, está en la hipocresía que nos han enseñado y criado. Si la culpa no del chancho, es de quien le da el afrecho y en éste caso, es una cultura rara y compleja en su estructura, la que nos ha criado con extrañas costumbres que nos han costado una vida plena que pese a todo, ya hemos perdido.
Y como dice Marge Simpson, en casos como estos solo queda reír.

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